''Yacía tirado en el suelo, la mirada perdida en el infinito, los ojos carentes de sentimiento. De repente de su pecho desnudo comenzó a emanar un líquido rojo, viscoso...sangre, su sangre. Ella lo miraba atónita. Nunca había pretendido hacerle daño, solamente quería que la dejara en paz, que la olvidara, que no le hiciera más daño ni a ella ni a sus hijos. El cuchillo seguía en su mano, rojo, desafiante, apuntando a su victima como deseando clavarse de nuevo. él susurro un perdón, susurro un te quiero y ella no pudo evitar pensar en un verso de Oscar Wilde:
'¡Todos los hombres matan lo que aman!
-y que sea por todos esto oído-:
algunos lo hacen con mirada amarga,
algunos con palabras de dulzura;
el cobarde asesina con un beso
y el hombre de valor con una espada!' ''
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