''Era un día soleado, yo caminaba por la calle despreocupado cuando la vi. Ella tenía esa mirada dulce en los ojos que apenas nadie es capaz de ver, esa que decía que la vida había sido muy amable con ella. En ese momento, en ese preciso instante algo me atrajo hacia ella, algo tiraba de mi, una fuerza superior. El instante solo duró lo que suele durar la mirada hacia un desconocido pero como si de una película de amor barata se tratase ella y yo quedamos atados por el destino. Dicen que los corazones destinados a estar juntos tarde o temprano se reencuentran. Ella me encontró o yo la encontré, aún no me ha quedado muy claro quien era el ratón y quien el gato. Nos perseguimos durante días, meses, años hasta que un día nos encontramos en un mismo punto, una misma mirada, un mismo corazón. Nos amamos con fugacidad y luego, como todas las historias de amor acaban, nos odiamos con pasión. Sigo pensando que fue cosa del destino, esa mirada, esa dulzura, ese dulce dolor. El mismo destino que poco después se la llevo. El mismo destino al que le gusta jugar con nuestras vidas como si fueran piezas de ajedrez y el tiempo se ve transformados solo un gran tablero en el que ni reyes ni reinas pueden volver atrás. Por eso ahora estoy delante de esa chica, delante de ella sé que esta historia cobra sentido porque es su historia, nuestra historia y porque, como todos los amores inacabados, el nuestro merece un final en condiciones.''
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