¿Qué es la sociología? Es la pregunta que me llevo
haciendo desde que empecé la carrera. Cada día le doy vueltas y cuando consigo
descifrar qué es, me llega un nuevo conocimiento que hace tambalear mi propia
respuesta. Para mí la Sociología es algo que estoy tan acostumbrada a tratar
que no busco una respuesta concreta. La sociología lo es todo.
Cuando mis amigos siempre me preguntan sobre qué va
mi carrera, mi respuesta es siempre la misma: “Llevo casi tres años y aún no
tengo ni idea de qué es o para qué sirve”. Respuesta que no es cierta, sino una
manera de preservar mi pequeño secreto. Cada día, en cada contexto, estoy
practicando la sociología, analizando mis entornos y las relaciones que entre
ellos se forman, el mundo en su contexto y las comunidades y grupos en los que
me inserto, las instituciones con las que me relaciono, etc. Mi conclusión,
tras tres años de Marx, Weber, Durkheim y otros autores igual de importantes
pero menos mencionados durante la carrera, es que la Sociología es algo
intrínseco a la sociedad y, al igual que ella, nos rodea queramos o no.
Pero, si fuera solo eso, cualquiera podría practicar
la Sociología. También hay que conocer una serie de técnicas, tanto
cualitativas como cuantitativas, que nos ayudan a transformar la realidad que
observamos en datos que puedan ser analizados y procesados para generar
conocimiento teórico. Algunas de estas técnicas son la entrevista en
profundidad, el grupo de discusión o la encuesta.
El problema de esta disciplina es la dificultad para
separar el ámbito emocional del científico, ya que nuestro objeto de estudio es
algo en lo que nosotros estamos insertados, además de ser un sujeto cambiante y
al que nos podemos ver ligados emocionalmente. Hay una metáfora que lo explica
bastante bien: “Las gafas del sociólogo”. Igual que hay personas que para leer
necesitan ponerse unas gafas, cuando practicamos la disciplina, nos ponemos
unas gafas que nos ayudan a ver la realidad más allá de lo que vemos
cotidianamente. Es como si dejásemos de vivir en nuestra “ignorancia” cotidiana
-ignorancia que ponemos en práctica para evitar esa carga emocional que le
supone a una persona el pensarse a sí mismo- para ver con más claridad lo que
nos rodea. Básicamente, es buscar los porqués a cuestiones que otros toman como
algo de la realidad que no merecen la pena ser cuestionados. Es pensar,
relacionar conceptos y buscar razones. Es abstraer términos reales hasta
convertirlos en estudios. Es una ciencia con mayúsculas.
Para mí la Sociología es ponerle nombre a cosas que
ya conozco. Por ejemplo: sé que consumir mucho y con mucha facilidad hace que
se debiliten los valores; sé que en la sociedad hay algo que permanece y algo
que cambia; sé que hay que saber elegir a las personas para hacer estudios y
extraer resultados que puedan ser generalizados a grupos concretos… Pero
gracias a la sociología tengo un plus, y puedo expresar mis conocimientos en un
entorno académico y compararlo con los de los demás. Ahora todo lo anterior
podría explicarlo de forma académica: que la tendencia al consumo masivo hace
que nuestros valores tiendan a lo efímero; que la sociedad está dividida en dos
partes, que son la estructura y la dinámica; que por medio de una muestra
representativa en una encuesta pueden llegar a hacerse análisis sobre casi
cualquier cosa; o que una entrevista a la persona correcta puede darnos una
nueva perspectiva de un problema o fundamentar una investigación. Además ahora puedo
hablar de muchos fenómenos sociales que antes notaba pero con información, e
interesarme por nuevos ámbitos a los que no tenía acceso o desconocía. Soy
capaz de extraer datos para argumentar mis posturas y de separarme de mi objeto
de estudio por muy unido que esté a mí. Ahora soy capaz de analizar, con mayor
profundidad, las relaciones en las que me inserto y ser más asertiva en mis
comportamientos. Y aunque muchas veces me pare a pensarlo y sienta que la Sociología
no me ha aportado nada nuevo a mi vida, si lo pienso mejor, veo que sí, que la
ha cambiado y que ahora soy mucho más madura y eficiente a la hora de pensar
por mí misma, llegar a mis propias conclusiones y no conformarme con las
explicaciones de los demás.